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Las personas con problemas de salud mental cargan con grandes lacras en su vida diaria: enormes perjuicios por parte de la sociedad, grandes dificultades para su inserción social y laboral, recursos insuficientes en la atención a la salud mental… Pero dentro de este colectivo, las mujeres sufren una discriminación aún mayor, pues además del estigma asociado a los problemas de salud mental y el rechazo que provoca la discapacidad, también pesa sobre ellas la discriminación derivada de ser mujer y lo que esto implica en nuestra sociedad.

Una vida llena de obstáculos

Esta discriminación provoca una serie de obstáculos con los que se encuentran las mujeres con problemas de salud mental en su día a día. Por una parte, existe un gran perjuicio social vinculado a la salud mental, pues la sociedad en general tiene una imagen negativa de estas personas considerándolas incapaces o demasiado problemáticas para llevar a cabo una vida normalizada. 
Esto también provoca dificultades en el ámbito laboral, pues las mujeres con problemas de salud mental son de los colectivos que encuentran más obstáculos para acceder a un puesto de trabajo. Como consecuencia, carecen de recursos económicos por lo que a menudo son dependientes de sus parejas.
Por otra parte, se han detectado casos de mujeres con problemas de salud mental que ven dificultado el ejercicio de su maternidad. Como a cualquier otra madre o padre no se debe juzgar el mero hecho de tener o no una discapacidad o enfermedad mental, sino de disponer de asesoramientos y apoyos adecuados en la toma de decisiones. 
También es un hecho reconocido que la violencia de género ejercida sobre las mujeres con problemas de salud mental, muchas veces por parte de sus parejas y exparejas, es más frecuente que la que se ejerce sobre el resto de las mujeres.

Las cuidadoras, también mujeres

Según indica la «Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud», la prestación de atención a la salud mental realizada por cuidadores informales en España supone el 88% del total. Esto implica una carga tremenda para las familias, puesto que trae asociadas toda una serie de alteraciones en la vida del cuidador.
De estos cuidadores informales, las mujeres son las que soportan el mayor trabajo, pues en casi el 90% de los casos la atención a la persona con problemas de salud mental es realizada por las madres. Esto provoca en estas mujeres un importante retraimiento social porque el cuidado de la enfermedad mental implica una gran dedicación: la cuidadora y la persona cuidada se aíslan del entorno y los perjuicios sociales resultan muy dañinos.
El abordaje integral de los problemas de salud mental debe incluir también una adecuada atención al entorno más próximo, que a menudo precisa de apoyos específicos como programas de ayuda mutua, intervención familiar, etc. Los familiares, amigos y cuidadores son un elemento esencial en la recuperación de las personas con problemas de salud mental, por lo que también precisan un asesoramiento y formación.

La discriminación de género, un riesgo para la salud mental

El género determina, en gran medida, el poder y el control que tienen las personas sobre los componentes socioeconómicos de sus vidas y, consecuentemente, de su salud mental. La posición y condición social, el modo en que alguien es tratado dentro de la sociedad y su exposición a riesgos específicos para la salud mental, no son iguales para los hombres que para las mujeres.
La OMS reconoce que existen factores de riesgo específicos de género que influyen en los trastornos mentales comunes y que afectan de manera desproporcionada a las mujeres. Estos son, entre otros, la violencia de género y los abusos sexuales, el salario bajo y la desigualdad en los ingresos, la condición y rango social bajo o subordinado, la continua responsabilidad del cuidado de otros y la presión ejercida por la discriminación de género.
Existe, por tanto, una relación directa entre la frecuencia y la severidad de todos estos factores sociales adversos y la frecuencia y severidad de los problemas de salud mental en las mujeres. El alto grado de violencia sexual al que están expuestas las mujeres y la elevada tasa de tensión postraumática que esto genera, convierte a las mujeres en el mayor grupo de personas afectadas por este trastorno, por ejemplo. 
Por tanto, y aunque no existe una diferencia relevante en cuanto a la prevalencia global de los problemas de salud mental entre hombres y mujeres, sí existe una vinculación directa entre las consecuencias generadas por la discriminación de género y el riesgo de tener un problema de salud mental.