Skip to main content
La atención a la salud mental en España ha sido y continúa siendo olvidada. La media europea está en 18 profesionales de salud mental por cada 100.000 habitantes. Los promedios españoles están en 2,19 psicólogos clínicos o 1,96 enfermeros especializados, según los datos que maneja la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) y la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP) que son de 2011. Los recursos varían por comunidades, pero todas quedaban lejos de la ratio comunitaria. A su vez, a Organización Mundial de la Salud recomienda 8 psiquiatras por 100.000 habitantes.
Este panorama deriva en problemas concretos de asistencia sanitaria como las largas esperas para obtener una cita en el sistema público, lo que redunda en un trasvase de pacientes a los servicios privados de las personas que tengan renta suficiente para afrontarlo.
La situación actual es «grave no, muy grave», califica Fernando Chacón, Decano del Colegio de Psicólogos de Madrid. No ha cambiado –las plazas PIR y MIR para psiquiatría permanecen estables– y es «de siempre. La salud mental ha sido la hermana pobre de la sanidad, entre algunas razones históricas, por el estigma. Después de la crisis no se ha hecho ningún esfuerzo por revertir lo que se recortó en sanidad. Todo revela una profunda injusticia social: quien tiene recursos para un tratamiento continuado para trastornos como la ansiedad o depresión, se lo paga en el privado. Quien no los tiene, no. Teniendo en cuenta, además, que muchos problemas de salud mental están relacionados con aspectos socioeconómicos».
La falta de datos accesibles y actualizados es uno de los motivos por los que se creó un Observatorio en la AEN, que ahora se encuentra en proceso de actualización. El Defensor del Pueblo también pidió el junio de 2018 cifras a las comunidades autónomas para conocer al detalle la falta de recursos en la materia, pero continúan «recabando datos». «Se deberían conocer, pero es un trabajo muy difícil y la diferencia estructural entre comunidades lo dificulta mucho», explica Mikel Munarriz, miembro de la AEN.
Tanto él como Nel González, presidente de la Confederación de Salud Mental España, señalan esa falta de transparencia como un problema en sí mismo: «Ni siquiera sabemos bien cuáles son las necesidades de la población, dónde hay más y en qué». Mientras tanto, la Estrategia de Salud Mental continúa sin ser renovada desde 2013.

«Con un trastorno, comienza un peregrinaje»

La falta de recursos humanos opera directamente sobre el calendario de citas: hace unas semanas, El País se hacía eco de una respuesta parlamentaria del Gobierno de la Comunidad de Madrid en el que se reconocía que la media para la primera consulta en los centros de salud del territorio estaba en los tres meses. Cientos de adultos habían llegado a esperar un año para ser atendidos y en niños y adolescentes la situación es todavía peor, entre otros motivos porque todavía no existen especialistas.
«El problema no es solo que tarde la primera visita desde la derivación en Atención Primaria, es que, para una segunda, lo normal es esperar entre dos o tres meses. Todo profesional sabe que para que un tratamiento psicológico sea eficaz se ha producir una visita por semana. En los casos más graves, dos. Con esos tiempos de espera, la ansiedad, la depresión y otros trastornos se cronifican o agudizan», explica Chacón.
Lo ilustra Nel González, que desde la Confederación recibe a pacientes y familias: «Cuando un trastorno mental entra en una casa, en una familia, se inicia un peregrinaje. Falta de información, derivaciones, llamar a miles de puertas… Parece que esto no existe hasta que te pasa a ti». 
Y, sin embargo, la Organización Mundial de la Salud calcula que una de cada cuatro personas sufrirá un problema de salud mental a lo largo de su vida. «Cuando lo vivimos, nos damos cuenta de que en España no hay cultura ni de la prevención, ni de la atención, ni medios. Pensamos que la salud mental es algo que se resuelve en un despacho de un médico y no: requiere de una atención continuada, que muchas veces comienza en etapas tempranas de la vida», remata González.

«Vemos un consumo desorbitado de psicofármacos»

En el informe de 2017 de la Confederación sobre los Derechos Humanos de las personas con trastorno de Salud Mental en España destacaban que España incumple la Declaración Europea que firmó en 2005 y deja «desprovistos de derechos a uno de los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad». En dicho documento se pone de manifiesto que la falta de recursos generales se traduce en problemas específicos: falta, por ejemplo, perspectiva de género en víctimas de abusos sexuales, o tratamientos para salud maternoinfantil. «El crecimiento que se ha dado en demanda de asistencia en salud mental no se ha acompañado en la dotación de plantilla, ni en psiquiatras ni en psicólogos clínicos ni en enfermería de salud mental», reproducían de palabras de la Sociedad Española de Psiquiatría.
«La incidencia de la depresión, de la ansiedad, de los trastornos de sueño, ha ido aumentando los últimos años por aspectos como que las redes de apoyos familiares son más débiles o por la presión laboral», explica sobre esto Chacón, «y estamos viendo el aumento de suicidios, también entre adolescentes. No podemos darle la espalda: hay que tomárselo como salud pública». Otro apunte que daba Mikel Munarriz, de la AEN, es que los pocos medios «no se reparten equitativamente. Donde hay más precariedad también aumenta la incidencia y el número de personas que necesitan atención y que no tienen recursos, y esto no se suele tener en cuenta».
Lo ideal, recalcan desde el Colegio de Psicólogos y coinciden desde la Federación, es que se pongan esfuerzos en que se pueda combinar el tratamiento psiquiátrico y las consultas psicológicas: «Y lo que estamos viendo es que una consecuencia es el consumo desorbitado de psicofármarcos en España. Es lógico: si un médico de cabecera no tiene recursos para remitirte al especialista de salud mental, o va a tardar mucho, lo único que tiene a su alcance para remitir algunos síntomas es recetar, por ejemplo, un ansiolítico».
«Que no existan recursos suficientes implica, claro, que no existan otro tipo de tratamientos que se podrían probar y alternar con la atención farmacológica y clínica habitual», añade Nel González. Por ejemplo: que se integre la psicoterapia en atención primaria porque «muchas dolencias que llegan ahí tienen tintes mentales». En la misma línea opina Chacón: «Además de aumentar recursos, hay fórmulas que se podrían incorporar ya mismo y que son eficientes, que es algo que a los economistas les gusta mucho. Los tratamientos grupales en según qué procesos pueden ser muy beneficiosos. La reflexión es que incrementemos los medios, pero, aunque no fuese posible, que revisemos nuestras prioridades y a dónde va el dinero».
Vía El País.